3.03.2011

Alvaro Cueva sobre el final de Teresa


Lee el critico de Alvaro Cueva sobre la telenovela Teresa

Qué escándalo con el final de Teresa. Que si es un horror que la villana protagónica de esta historia se haya salido con la suya, que si se traicionó la esencia de la historia original, que si qué ejemplo tan más negativo.

Bueno, ¿qué no se supone que queríamos finales diferentes? ¿No se supone que estábamos hartos de respetar las reglas del melodrama?

Teresa tuvo un desenlace diferente, rompió las reglas del melodrama, y nos quejamos. ¡Bueno, pues de qué se trata! ¡Quién nos entiende!

Fíjese qué hipócritas somos. Fíjese qué doble moral. Ah, pero no fuera una telenovela importada porque entonces les pondríamos casa hasta a los narcotraficantes.

Ah, pero no fuera una serie como Dexter, Weeds o Mujeres asesinas porque entonces sí nos pondríamos a defender a los delincuentes.

Estoy impresionadísimo por el fenómeno que el final de esta telenovela ha generado.

¿Qué quería la gente? ¿Una alucinación grotesca como el final de Rubí? ¿Una mamarrachada con sangre y disparos como el desenlace de Pasión Morena?

Teresa tuvo un final maravilloso porque la protagonista sufrió como si le hubieran dicho que iba a tener que vivir con 6 mil pesos mensuales de aquí a la eternidad.

Todo el mundo la trató del nabo, su propia madre le dijo hasta de lo que se iba a morir. Bueno, ya, el colmo, hasta la sirvienta se le fue.

Eso es sufrimiento, no tonterías. Y mi Tere (Angelique Boyer) lloró, gimió, pidió perdón, se arrastró, se jaló los pelos, renunció a su fortuna y aprendió que no hay nada más importante en la vida que el amor.

¿A usted no se le hace increíble todo esto? Por supuesto que después de tanto dolor fue fabuloso que Arturo (Sebastián Rulli) apareciera en su recámara, la perdonara y la besara. ¡Fue divino!

Yo veía aquello y gritaba y decía: ¡Sí! Todos tenemos derecho a una segunda oportunidad y, finalmente, lo único que Teresa quería era progresar.

Me sorprende la mojigatería de tantas personas que han puesto a mi Tere como lazo de marrano en las redes sociales. A ver, ¿por qué no se asustan de otras victorias de gente verdaderamente mala que hace y deshace a nuestro alrededor?

¿Por qué no se quejan de las incongruencias de otras producciones como Triunfo del amor, Rafaela, Entre el amor y el deseo y El sexo débil.

Ahora resulta que Teresa, por no aspirar a nada más que entretener a su público, es una asquerosidad.

Además, qué mala memoria. Sí, la Teresa de 1959, la de Maricruz Olivier, acababa sola y loca, pero no le pasaba ni la cuarta parte de lo que vivió mi Tere en 2011.

Y, no finjamos, la de 1989, la de Salma Hayek, también tuvo un final feliz. ¿Y a que nadie se quejó? ¿A que nadie fue y le gritó de insultos a sus responsables?

¿Sabe lo que me queda claro con todo esto? Que el melodrama, ese género tan ninguneado, aparentemente frívolo y elemental, está tan vigente entre nosotros como en sus mejores tiempos.

¿Por qué? Porque con algo tan bobo como el final de Teresa le movió el tapete a millones de personas.

Por si esto fuera poco, qué interesante fenómeno a nivel televisión.

Considerando que las grandes notas de los noticiarios son cosas como Juayderito y Kalimba, y que los mejores espectáculos familiares del siglo XXI son los talk shows como Laura y Cosas de las vida, las telenovelas no se podían quedar atrás.

Tenían que atreverse a causar controversia, tenían que evolucionar y ofrecernos desenlaces escandalosos, tenía que acabar en algo tan distinto como esa gloriosa escena del domingo pasado.

¡Qué escena! ¡Qué clásica! Y mire todo lo que provocó.

¿Puede haber un lugar común más choteado que rescatar a una mujer envuelta en llanto? ¿Y qué me dice de todo lo demás? ¿De las escenas con Silvia Mariscal, Raquel Olmedo y Cynthia Klitbo?

Eran como de cine mexicano de los años 50, muy estudiadas, intensas, plásticas, teatrales.

Qué trabajo tan más fascinante de actuación, de dirección y de libretos. ¡Qué buena telenovela! ¡Qué buen final!

Claro, hubo momentos donde aquello parecía que se iba a salir de las manos como lo que le pasó a Arturo o las escenas de la luna de miel de Mariano (Aarón Díaz) que eran como de calendario de salón de belleza, pero valieron la pena.

Cumplieron para lo que fueron diseñadas y, aunque parezca mentira, unieron a millones de personas en todos los puntos de este bendito país y hasta en el extranjero.

Muero por ver lo que sigue. ¿A usted no se le antoja una continuación, una serie de domingo por la noche o algo que nos platique qué va a ser de todos estos personajes?

A mí, sí. No me basta con los finales alternativos que están en Internet.

Ojalá que Televisa lo considere, que José Alberto Castro siga produciendo esta clase de contenidos y que las telenovelas mexicanas sigan provocando lo que nos provocó este desenlace.

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